domingo, 24 de marzo de 2013

La casa de mis padres



Hace 3 meses murió la mujer más importante de mi vida, mi madre…desde entonces sigo soltera y mis posts no son tan “felices” pero me sirven de desahogo, si no quieren leer o no les gusta, simplemente no los lean, no digan que no les advertí…

Bueno…Lo admito, tengo 32 y aún vivo en la casa de mis padres, aunque muchos piensen que no es “cool” vivir aún aquí, es porque no saben lo que me ha tocado vivir…

Trabajo desde los 19 y desde que tenía 25 y ganaba lo suficiente; quería independizarme e irme a rentar una casa entre varios, algo que pudiera llamar “mío” y donde no me dijeran “mientras vivás en mi casa vas a obedecer mis reglas”, me daba pesar dejar mi casa pero casi lo hago, estaba en la edad en la que creía que me podía comer el mundo y que nada malo nunca me pasaría, era el 2006, estaba de directora creativa de una importante agencia de publicidad, me acababan de subir el salario y estaba regresando de un viaje al Perú al que me había enviado la agencia.

Nada me hubiese preparado para lo que iba a vivir; era 13 de Octubre y me llamaron de la casa al trabajo para decirme que mi mama, diagnosticada con diabetes después que tuvo a mi hermano menor, hacía 16 años en ese entonces, estaba con alta temperatura, que no se podía levantar y que se rehusaba a ir al doctor, nunca quiso, no le gustaba; era yo la encargada de convencerla; así que dejé todo al mediodía y me fui para llevarla a la clínica del endocrinólogo, su doctor de cabecera; la pobre no se podía levantar; mi hermano tuvo que cargarla al carro y del carro a la clínica como si fuese un bebé.

Cuando llegamos, el doctor la examinó y no habían pasado ni cinco minutos cuando después de ver su pie nos dijo: “Llevala ya al Lenín (Hospital de traumas) que ese pie lo va a perder, no nos cobró, nos dio una orden para internarla y nos pidió apresurarnos, cayó todo de repente como un balde de agua helada, era su pie…¿Cómo era posible que por un descuido, por una uña mal cortada nos dijeran que como en carnicería le iban a cortar su pierna?

Llegamos al hospital y mi mama lloraba, me pedía que no dejara que le cortaran nada, los doctores se acercaban y nos decían que si no amputaban se iba a engangrenar e iba a morir de la bacteria que había invadido su pierna, con el corazón roto, me tocó convencer a mi madre, la que me cargó 9 meses en su panza y me dio la vida, que lo mejor era cortar parte de la suya, no dormíamos, no comíamos, llorábamos y ella me pedía morir, le rogué que no, que mi vida sin ella no tendría sentido y luego de 2 largos días accedió, el 15 de Octubre de 2006 la vida nos cambió, la teníamos por más tiempo, pero literalmente herida, con el corazón roto y con los dolores físicos y el trauma de enfrentar una nueva vida donde no podía manejarse del todo por si sola; nos tomó años acostumbrarnos, creo que ella nunca se acostumbró del todo y siempre vivió con ese dolor.

En el 2011 le quitaron la vesícula, aunque era una operación planeada; para mi revivió la experiencia anterior, el olor a hospital, “dormir” en una silla, pero eso no era nada comparado con el miedo a perderla nuevamente.

1 año después, en el 2012 nos dijeron que debido a la diabetes sus riñones estaban dejando de funcionar, en noviembre la internamos para que le pusieran diuréticos, estaba muy hinchada; luego de 2 días todo estaba mejor, pero nos advirtieron que si seguía avanzando así en dos años iba a necesitar diálisis.

1 mes después, el 13 de diciembre de 2012, inesperadamente, cerró sus ojos para siempre, aún recuerdo nuestra última conversación.


Yo: Mama, mañana no te veo, me voy a las 3 de la mañana, tengo que estar a las 6 a.m. en Rivas para una sesión de fotos.
Mami: No importa, pasame diciendo adiós que a veces a esa hora estoy despierta.
Yo: Bueno, ya me voy que son las 9:30 y no he alistado mi ropa y tengo que estar bañada y lista a las 2:30 a.m., no voy a dormir nada…

Si tan sólo hubiese sabido que esa era nuestra última conversación, me hubiese quedado más tiempo, la hubiese besado como siempre lo hacía, no me hubiese apresurado, hubiese hecho todo distinto.

Desde la amputación, tenía su cuarto separado del de mi papa, primero por comodidad y luego por costumbre y fue haciendo caso a esa solicitud suya, la de pasar por su cuarto y despedirme antes de irme, que la encontré, dormidita; donde ya no se quiso levantar; si me hubiese ido sin despertarla como había pensado quien sabe quien la hubiese encontrado, pensando que estaba dormida y que no se quería levantar. Sin duda el peor día de mi vida, peor que hace 6 años, esta vez la amputación era del 100% de su vida.

Desde hace 102 días repaso todo en mi mente, buscando algo que no le dije, algo que me hiciera quedarme, me duele no verla, no tenerla, no besarla o abrazarla.

Sin mi mama en la casa lloro todos los días, hay días buenos y días malos, pero regresar a esta casa; donde la vi reír, donde ella me vio dar mis primeros pasos, donde me vio ir a la escuela, a la Universidad y a mi primer trabajo, donde mi hizo el desayuno y donde me cuidó cuando estaba enferma; sólo el hecho de estar en esta casa me duele, me hace pensar en irme nuevamente, en retomar lo que había pensado en el 2006 antes que pasara todo esto, pero ahora en esta casa llena de hombres inútiles mal acostumbrados a no hacer nada, mimados por mi mama, mi papa me pidió que me quedara, supongo que ahora que falta ella, me ve como la figura femenina de la casa, la que manda a la muchacha y la que va al Mercado, la que está para apoyarlo y quererlo y aunque me duele estar aquí, creo que me dolería más estar sin él. Así que si, a mis 32 años sigo viviendo en la casa de mis padres; aunque con mis míseros 3 pesos en el banco, sueñe con tener algo propio, algo que no esté llenos de recuerdos dolorosos.

Si, aún vivo en la casa de mis padres y aunque duele, amo cada minuto que vivo aquí, beso todos los días a mi papa y le digo buenas noches al recuerdo fresquito que tengo de mi madre, si... tengo 32 y aún vivo en la casa de mis padres.


Foto: Álbum de mi mamá