sábado, 21 de julio de 2012

¡Bienvenida a 1989!




Hace un par de semanas,  en una de esas tardes lindas y llenas de sol, unos amigos me invitaron a un café para pasar el rato y cambiar el bar de siempre por algo más caché, más adulto y más que libre de alcohol, libre de goma del día siguiente; en fin, acepté la invitación, pero como no tomo café por el insomnio, lo cambié por un chocolate caliente, era de esos días en que te sentís “muy adulto”, con pláticas acerca de trabajo, de estrés, de religión, como dije demasiado “adulto”.

Terminé mi chocolate  y cansada de esperar que llegara nuestra eficiente mesera, me levanté a pedir la cuenta, de camino a mi grupo y gracias a mi bendita torpeza, golpeé el brazo de alguien que estaba solo en una mesa con la cabeza baja y muy entretenido afinando su guitarra; no hubiese pasado a más de un “disculpe” si hubiese sido otra persona, pero al parecer vivo en medio de una mala comedia romántica, donde los escritores se divierten poniéndome en aprietos… pero al fin y al cabo ¿Quién era? Nada más y nada menos que mi flamante “novio” de 3er grado y digo “novio” porque éramos mejores amigos y YO sabía que ÉL era MI novio, pero ÉL ni cuenta se daba jajaja.

En ese instante, mi nivel de adultez bajó 23 años y me regresó exactamente a los ocho, era 1989 otra vez y ahí estaba yo, de pie frente a él, me sentía como si vistiera mi vestido puff, de medias, zapatos de charol y aquellas colas de caballo hechas con tal fuerza que me rasgaban los ojos más que cualquier hendidura de alcancía, todo cortesía de mi mama y él, pues él no se veía como el mismo suspirito flaco que era en ese entonces, solo pelo y ganas de vivir, se miraba centrado, estaba alto y guapo, cero panza cervecera y con aquellos ojos café más encendidos que nunca.

Así que ahí estaba yo, sintiéndome como si estuviera con mi paleta manito partiéndola por la mitad para compartirla con él; nos quedamos viendo, nos sonreímos, nos abrazamos, teníamos casi 15 años de no vernos, desde que salimos del colegio (Creo que voy a dejar de remontarme en el tiempo, porque eso de tener 15 años de no ver a alguien, ya suena pesado jajaja)

Y bueno, pues la plática fue un tanto así:

Yo: Disculpe…
Él: (Aparta su guitarra y me habla) ¿Azalea? Tanto tiempo de no verte…
Yo: ¿Luis? (Obviamente le cambio el nombre para proteger a una inocente ¡¡¡A mi!!!)
Yo: Si… Un montón de años…
Él: ¿Cómo estás?  
Yo: ¿Bien y vos?
El: Bien gracias, ¿Y qué has hecho todo este tiempo?¿Todo bien?
Yo: Sí, todo bien (Burra, preguntale como le fue en la universidad, si está de vacaciones o si ya regresó a vivir a Nicaragua, se fue a estudiar a Europa, ¿Te acordás?, hablale)
El: (Sonríe) que alegre verte, no te perdás…
Yo: Dale
(Abrazo y beso de despedida)

Permítanme decir una palabra…IDIOTA, si IDIOOOOOTAAAAA, idiota yo que no busqué mi tarjeta de presentación y se la di, que no le pregunté que hacía con una guitarra, a él siempre le gustó dibujar, pero no sabía que tocaba guitarra, inteligente hubiese sido decirle: - Además de ingeniero ¿Ahora sos músico? Fijate que trabajo en una agencia de publicidad y siempre estamos en búsqueda de talento, tomá mi tarjeta.

Pero nooooo, yo que me la estaba dando de muy adulta, me porté peor que niña quinceañera, se me olvidaron las palabras y la forma de socializar con la gente, se me olvidó fingir serenidad, yo que aguanté ir a la boda de un pendejo que creía era el amor de mi vida adulta, que recibí la invitación de su novia con una gran falsa sonrisa, yo que aguanté eso y más de ese otro pendejo del que les contaré en otra entrada… a mi, siiiiiii, a mi…. me trastabilló el piso el que fue mi “novio” de tercer grado..

Y es que aunque haya llegado a los 30 y la mayor parte del tiempo me sienta segura de mi misma, hay momentos en los que me porto como si todavía tuviera ocho, algunas veces no importa, otras como esa vez, me dan ganas de darme contra las paredes por mensa, pero bueno, supongo que en ciertos niveles todos tenemos algo de ese niño ingenuo e inseguro que una vez fuimos, de hecho me empieza a gustar la idea de creer que no todo el mundo camina siempre confiado de lo que va a hacer o decir.

Por mi parte, ya de regreso en el 2012, llené mi billetera con mis tarjetas de presentación y busqué al individuo en cuestión en el Facebook, si muy stalker de mi parte, pero no lo agregué, nada más espié un poco sus fotos para saber de que puedo hablarle si me lo encuentro otra vez  jajaja y finalmente me da gusto informarles que él también está felizmente soltero a los 30s.